miércoles, 28 de enero de 2015

Pesadilla incómoda.

Estaba durmiendo tranquilamente en mi cama. Tenía por lo menos cuatro mantas y una debajo de mí, para no pasar frío.
Era totalmente consciente de que estaba soñando y de que lo que empezaba a pasar no era bueno. Aun siendo un sueño, sentía que era una realidad, mi realidad. Notaba mis ojos entreabiertos, aunque no lo estaban, y me empezaba a faltar el aire. Odio esa sensación. A continuación comencé a respirar cada vez más rápido y con fuerza, como si agotara el aire que había en mis pulmones. De repente dejé de ver lo poco que alcanzaba y se hizo oscuridad en mis ojos. Me ensordecía esa situación, creía que me iba a estallar la cabeza y apenas podía moverme. Era como estar paralizada. Una parálisis del sueño, se dice.
Cuando pude moverme, después de luchar contra mi cuerpo dormido, pude volver a respirar tranquila y abrí mis ojos. Me senté despacio en el borde de la cama y me quedé contemplando la puerta de mi habitación, que se quedaba a mi izquierda. En ella estaba Álex, de pie, al lado de algo que parecía una luz flotante. No sé exactamente lo que era pero algo me decía que era como una vida, un alma de luz, algo bueno.
Pero sentía que habían más presencias en mi cuarto. El rostro de mi amigo me preocupaba, parecía asustado por algo. Él miraba hacia la ventana que estaba justo encima del cabezal de mi cama. Sí, había algo ahí, algo que no me gustaba y me quería hacer daño.
Me sentía completamente alerta pero no sabía como actuar y tenía miedo de hacer algo mal, pues estaba Álex allí también.
 Poco a poco fui poniéndome de pie, como quien no quiere la cosa, y me acerqué a la puerta como tratando de no hacer ruido, le di la mano al muchacho y esa luz que estaba junto a él se metió en nosotros. Nuestros ojos en blanco y la cabeza echada hacia atrás expulsando de nosotros un haz de luz blanca por las bocas, que se habían abierto al echar la cabeza atrás. La oscuridad no tenía cabida en esa habitación y cuando la luz que provenía de nosotros cesó, caímos al suelo desplomados como si se nos hubieran agotado las fuerzas.
Poco después sonó mi teléfono. Era Alejandro, me llamaba porque había tenido un sueño muy extraño y aparecíamos en mi cuarto con un espíritu de luz y otro que habitaba en la sombra y pretendía algo contra mí. Qué cosas pasan últimamente.